domingo, 28 de enero de 2018

¡MENOS GRITOS, MILAGRITOS!





Si me permiten, comenzaré mi artículo parafraseando a Enrique Jardiel Poncela “Todos los hombres que no tienen nada importante que decir hablan a gritos”.

El individuo que grita desconoce el arte de escuchar activamente y de mostrar empatía hacia los demás, por tanto, debemos ser analíticos con nosotros mismos, intentando  encontrar el factor o factores que nos llevan a levantar la voz de manera sistemática, en torno a los 70/80 decibelios, equivalente al ruido que ocasiona el tráfico intenso de una ciudad en hora punta.
Si tu mensaje es rico en contenido, no tendrás que recurrir a levantar o esforzar la voz de manera exacerbada  para ser escuchado, antes de alzar la voz, deberás plantearte si resulta conveniente que mejores los argumentos de tu mensaje.

Algunos,  descubrieron en la voz una potente arma para imponerse y defenderse del eterno perturbador, disconforme e incesante diálogo de su mundo interior. Vocear es exhalar el ruido interno liberando la ira, la rabia y la energía contenida propia de cuando se pierde el control emocional.

Gritar es como pintar un cuadro abstracto donde solo su autor conoce su significado, mientras los demás, lo intuyen sacando sus propias conclusiones. Seamos prudentes con la intensidad de la voz que utilicemos, ya que, puede ocasionar reacciones de repulsión en nuestro/s  interlocutor/es.

Continuando con el símil de la pintura, cuando nos comunicamos  estamos pintando nuestro autorretrato en un paisaje de angustia o de quietud, de esperanza o  de desconsuelo, de paz o de desazón, de superficialidad o de profundidad, de luces o de sombras, de calidez o de frialdad… Un lienzo donde se plasma nuestras alegrías y penas, arrojos y temores, intenciones y despropósitos, motivaciones y desalientos, ilusiones y desengaños...

En ocasiones, el grito es utilizado como herramienta para liderar individuos, equipos o masas, pero pretender alcanzar el liderazgo haciendo estallar nuestras cuerdas vocales, no resulta la manera más productiva, ni eficaz de ver satisfechos y cumplidos nuestros objetivos.

No olvidemos la diferencia existente entre hablar fuerte de manera contundente y/o con firmeza  y vociferar.

Por otro lado, resulta contraproducente la utilización del grito como hábito adquirido, ya que,  resta eficacia a la comunicación e interfiere en las relaciones interpersonales produciendo efectos nocivos fisiológicos y psicológicos, tanto en el que emite el grito,    como en la persona o grupo de personas a las que va dirigido.

Cultivar emociones positivas servirá de estimulante para equilibrar nuestro propio yo.

En cualquier caso, elude todo tipo de provocación o intimidación intentando controlar tus impulsos y, desviando la mente hacia situaciones o actividades que te distraigan y neutralicen el escenario en el que te has visto envuelto.

El talento no se mide en decibelios sino en la calidad del saber; saber ser, saber estar y saber hacer.

Por eso ¡Menos gritos, Milagritos!



                                                       Margarita Martínez Mechó

2 comentarios:

  1. Nada como el saber estar na frase que repito con frecuencia, porque observo cada gesto yyff m excelente reflexión, gracias por compartir un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Querida Beatriz, es tan importante.

    ¡Muchísimas gracias!

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar