lunes, 4 de noviembre de 2013

¡HOLA DON PEPITO!, ¡HOLA DON JOSÉ!


¡HOLA, DON PEPITO! , ¡HOLA DON JOSÉ!

 

                                         Foto: IMSERSO.es

Allá quedaron esos delicados y entrañables recuerdos de la infancia y la adolescencia, donde el respeto era una máxima en la sociedad.

Soy de la época en la que cuando entraba un adulto por la puerta de clase, todos nos poníamos en pie y nadie tomaba asiento hasta que se nos invitaba a hacerlo. Los profesores eran Don y Doña,  los niños no participábamos de las conversaciones de los mayores, y cedíamos los asientos de los autobuses a las personas de cierta edad y embarazadas.

Transcurrieron unos años y me dejé llevar por una de mis dos vocaciones: Educación y Protocolo. Cursando la carrera de Maestra de Educación Infantil, y realizando  las prácticas, fue entonces,  cuando tuve la oportunidad de disfrutar con esmero y de nuevo, lo que acontecía en el interior de las aulas de generaciones posteriores. ¡Cuánto habían cambiado las cosas! Yo era Margarita y no Doña Margarita y nadie me trataba de usted, el Sr. Conserje era Pepe o gafitas cuatro ojos. El ¡Por favor! y las ¡Gracias! habían desaparecido ¡Qué decepción…! esa no era mi escuela, la escuela que con tanta añoranza recordaba.

La escala de valores, no cabe la menor duda, que ha cambiado y mucho. Las necesidades y prioridades,  ahora son otras muy diferentes a las de hace apenas unos pocos años. Los derechos prevalecen ante las obligaciones, y el ocio se antepone al sacrificio. 

El trabajo, los horarios,…,  hacen cada vez más dificultosa mantener la unidad familiar y seguir una disciplina. Es entonces, cuando “la voluntad y el querer” juega un papel muy importante para suplir las carencias que se derivan del día a día.

Y es que…, educar, es la tarea más compleja con la que nos podemos enfrentar en la vida. Educar, es un proceso lento, que ha de ser constante y continuo, en el cual no se debe bajar la guardia ni un solo momento.

Mi segunda vocación, pero tan intensa como la primera es la de Protocolo, disciplina que me permite desarrollar mis teorías, mis valores y mi forma de entender las cosas bien hechas.

El Protocolo no solo me hace crecer personal y profesionalmente, sino que también, me ha permitido encontrar personas que necesitan que lo hagamos juntos, enriqueciéndonos mutuamente.

            Seguiré luchando por conseguir una sociedad más educada, donde los valores y la moral recuperen de nuevo la importancia que por circunstancias se perdieron.

                                                           Atentamente,
 

                                                   Margarita Martínez Mechó