miércoles, 30 de noviembre de 2016

EDUCACIÓN AFECTIVA: Construcción o Derribo


EDUCACIÓN AFECTIVA: Construcción o Derribo



El afecto es una de las necesidades primarias del ser humano que se inicia en la edad temprana (lactancia), e inclusive antes, y perdura hasta el último día de nuestras vidas.

Un ambiente  entrañable del núcleo familiar contribuye: al desarrollo y evolución del sistema nervioso, al impulso de sus capacidades racionales y emocionales y a un reforzamiento sustancial del intelecto, la salud y la felicidad.

No prives a tus hijos de estimulaciones afectivas y de una saludable educación  en valores. La edad temprana resulta muy significativa para generar actitudes óptimas psíquicas que favorezcan la madurez cognitiva y afectiva de fases posteriores como: la etapa juvenil y la etapa adulta. 

Las necesidades afectivas, emocionales o psicológicas insatisfechas a edades donde la inmadurez cognitiva es patente, puede llegar a desangrar la vida de nuestros hijos como consecuencia de una necesidad imperiosa de amor, respeto y auxilio. Mantengamos los ojos y el corazón bien abiertos ante las necesidades que reclaman, y ante todo lo que acontece a su alrededor con la finalidad de evitar que se generen sentimientos como el de no sentirse queridos, fragilidad o desprotección. Este tipo de carencias puede llegar a manifestarse en modo de  irritación, resentimiento, falta de confianza en sí mismo, depresión, ansiedad, tristeza, aislamiento, rabia, miedos y bloqueo llegando a presentar severos episodios de agresividad y/o afecciones psicosomáticas entre otros.

Los niños como seres vulnerables que son corren el grave peligro de tornar su vida en más  sombras que luces a edades en las que, los pequeños, deben brillar con luz propia. Seamos conscientes que la educación es unipersonal y que de nosotros depende generar esa energía renovable y sostenible. No existen patrones preestablecidos; cada persona es un mundo y cada mundo demanda  unas exigencias, exigencias que en primera instancia corresponde a los padres gestionarlas.

Una vez alcanzada la edad adulta, el sujeto tiende a reproducir las situaciones y vivencias acaecidas en su infancia, en el hogar familiar, sin apenas darse cuenta del influjo positivo o negativo que pudo suponer en la construcción de su vida y de su personalidad. Estas personas que tan necesitadas de afecto se encuentran, desconocen el modo de cuidar emocionalmente de ellos mismos, por lo que resulta imposible que lo hagan de las personas que le rodean o de las que conviven.

No alecciones infundiendo odio, envidia,  resentimiento, hipocresía,  malos sentimientos, intereses, complejos, hábitos negativos y mala educación porque lejos de erigir personas felices y bien avenidas, lo único que conseguirás es forjar seres insensibles, soberbios, rebeldes, egoístas y miserables.

Un individuo con deficiencias cognitivas y emocionales significativas es un sujeto repudiado de sus semejantes en el tiempo abocado a la más triste y profunda soledad.

Educar queda muy lejos del consentimiento sistemático, del reforzamiento de actitudes como reír comportamientos negativos; que no dejan de ser, más que, una falta de respeto tanto individual como colectiva, o de conseguirle  las estrellas y la luna y ponerlas a sus pies como bien dice la letra de una canción. Conviene no olvidar que como padres somos maestros y no camaradas de aventuras.

Cultiva a tus hijos desde el cariño, la comprensión, la generosidad en las relaciones humanas para hacerlos personas ejemplares y dichosas. Un niño gozoso será, el día de mañana, un adulto capaz de ser feliz y hacer feliz a las personas con las que interactúe de una u otra manera.

Utiliza una comunicación adaptada a las necesidades que vienen determinadas en cada edad y en cada etapa. No te apresures en dar más información de la necesaria o de la que sean capaces de comprender; evitarás conflictos internos en los niños.

Contribuye a construir y fomentar comportamientos altruistas, a consolidar su identidad, a superar el egocentrismo originario en la etapa infantil, a asumir compromisos y responsabilidades, a crecer en valores, a tomar sus propias decisiones, y a creer en las personas independientemente de la profesión y el cargo que ostenten.

Como padres y madres nuestros fallos y  nuestros aciertos juegan un papel decisivo en la vida de la prole y en la de aquellos, que algún día, también formarán parte de su familia.

Un día, quizá no muy lejano, te convertirás en la sombra de tus hijos. Por tanto, dirige bien tus pasos porque tu ejemplo se grabará a fuego en sus actitudes.



                                                       Margarita Martínez Mechó