domingo, 11 de diciembre de 2016

EFECTO SORPRESA





EFECTO SORPRESA




Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado lo que se siente ante el efecto que provoca una sorpresa; quedamos paralizados ante una situación que creíamos tener bajo control, y vemos como se escapa de nuestras manos mientras se dilatan nuestras pupilas, disminuye nuestra frecuencia cardiaca y aumenta nuestra respiración.

La sorpresa es como una estrella fugaz: es un hecho novedoso;  aparece de manera súbita e inesperadamente; despierta curiosidad e inquietud;  activa nuestro estado de alerta y atención, y todo ello, en un espacio muy breve de tiempo.

En ocasiones las sorpresas pueden brillar tanto que pueden provocar importantes impactos positivos o negativos en nuestra vida, pero si me lo permiten y haciendo gala de mi carácter entusiasta y optimista, en este artículo me centraré, sobre todo, en los impactos positivos.

Hay algo que me produce un placer confesable y es el ser artífice o cómplice en el proceso de producción de este tipo de emociones, que aún siendo efímeras, no dejan de ser intensas y profundas. Sorpresas que despiertan emociones placenteras, ilusionantes, misteriosas y mágicas y,  que de inmediato, te hacen abrir los ojos y la boca hasta no más poder, subir y arquear las cejas y llevar las manos a la cara y al corazón para, posteriormente, sentir como la felicidad se amplifica de manera sorprendente invitándote a exclamar ¡Oh!; ¡Dios mío!; ¡Estoy sin palabras!; ¡Es maravilloso!;  ¡Qué feliz me has hecho!; ¡No lo esperaba!; ¡Gracias!.

Alguno de ustedes se preguntará ¿Sorpresas, para qué? Pues muy sencillo. Para el recuerdo, para enamorar, para reír, para disfrutar, para compartir, para conquistar, para ilusionar, para emocionar, para conmemorar, para alimentar el amor, para consolidar, para reconquistar, para agradecer,…, en definitiva, para hacer feliz a los demás y, lo más importante, para experimentar la explosión de sensaciones que provoca sentir la felicidad en tu propia piel.

Si queremos sorprender es bien fácil, solo necesitamos imaginación, dedicación y buena voluntad. No todo consiste en gastar grandes cantidades de dinero, que de vez en cuando también está muy bien, todo sea dicho, pero quizá tengamos muchísimas más oportunidades de sorprender con actuaciones simples, espontáneas y económicas que llega al corazón y, que les aseguro, que pueden llegar a resultar muy gratificantes.

Pongamos algunos ejemplos: Colocar en un lugar estratégico e inesperado una humilde nota con delicadas palabras donde afloren nuestros sentimientos; recurrir a las tradicionales y olvidadas felicitaciones navideñas escritas de nuestro puño y letra; propiciar encuentros sorpresa con familiares que no se ven habitualmente; escribir en un espejo un ¡te quiero!; regalar pensando en los gustos de la persona a la que va dirigido el obsequio; con un desayuno imprevisto; con una excursión a ciegas;  preparar un almuerzo o una cena especial; un ¡cariño, sabía que te hacía ilusión!; proponer ir al cine a ver una película que sabes que es de su agrado; con una sencilla flor o un libro sin tener que ser un día señalado en el calendario,…. Como ven, tan solo consiste en querer maravillar.

Siempre es tiempo y se está a tiempo de iniciarnos en este tipo de aventuras emocionales.

Si has resultado afortunado con una sorpresa nunca dejes de mostrar tu gratitud, te ayudará a ser más feliz y  motivará al otro para que siga intentando cosechar grandes triunfos emocionales.


¡Experiméntalo y no podrás prescindir de sus beneficios!



                       Margarita Martínez Mechó

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