Alguien muy especial en mi vida, me sugirió hacer un post dedicado a este rasgo distintivo que caracteriza a ciertas personas y, sin más, tomé bolígrafo en mano y me dispuse a dar forma a “Clase: Una herramienta de seducción”. Espero que les sea de su agrado. Tres, dos, uno,… ¡Comenzamos!
La persona con clase seduce con su talento, sus habilidades, sus destrezas y, por supuesto, todo esto enriquecido con un uso inteligente de sus experiencias.
La esencia de esta cualidad es gozar de un don intangible e imperceptible, en ocasiones, al ojo humano pero que resulta tremendamente fascinante y brillante a distancias cortas.
Frecuentemente se confunde el significado de dos vocablos que comparten importantes elementos pero que distan en su fundamento, les hablo de la elegancia y la clase.
Cuatro son las grandes diferencias existentes entre ser elegante y tener clase. Me centraré en la “Clase”, ya que, con anterioridad lo hice con la “Elegancia” en mi post que lleva por título “Sencillamente Elegante” y que puede visitar, si le apetece, en el siguiente enlace.
Primera: Es innata a la persona.
Segunda: No cuenta con la opción de ser aprendida.
Tercera: Puede no ir acompañada de elegancia externa y
Cuarta: Veámoslo con un caso práctico.
Brandon Ford (nombre ficticio) es un afortunado o desafortunado multimillonario que decide poner en marcha una serie de actuaciones creyendo, que éstas, le proporcionarán la clase necesaria para estar a la altura de los números de su desproporcionada cuenta bancaria.
La clase al igual que la herencia genética es un legado ético y moral que se transmite de padres a hijos y nada tiene que ver con ser poseedor de grandes fortunas.
Por otro lado, nunca deja al desnudo nuestras debilidades ni miserias y nos dirige aun queriendo cambiar el rumbo de nuestras actitudes. Es como navegar a vela, te permite navegar en cualquier dirección, excepto en línea recta si lo hacemos con el viento en contra.
Por otro lado, nunca deja al desnudo nuestras debilidades ni miserias y nos dirige aun queriendo cambiar el rumbo de nuestras actitudes. Es como navegar a vela, te permite navegar en cualquier dirección, excepto en línea recta si lo hacemos con el viento en contra.
Tanto tu aspecto físico como tu profesión hablará de ti, pero tu clase, lo hará también inevitablemente de tus orígenes, predecesores y, si llega el momento, de tus descendientes.
Tener clase no es un propósito de futuro, es un valor del pasado que resulta patente en el presente, y que goza de la capacidad suficiente para proyectarse en generaciones futuras.
Margarita Martínez Mechó
Excelente!!!
ResponderEliminarMil gracias, estimada Beatriz.
EliminarUn fuerte abrazo.