jueves, 22 de diciembre de 2016

CORTESÍA ANTE LOS BUENOS DESEOS





CORTESÍA ANTE LOS BUENOS DESEOS





¿Se han parado a pensar a cuántas personas les envía sus  mejores deseos a través de las entrañables y aparcadas postales navideñas, Whatsapp, mail, sms, Facebook, Twitter, Linkedin, Instagram, Intranet, …, y han respondido haciendo uso de la siempre recomendable cortesía?

El acto de remitir una felicitación, ya sea, con motivo de un aniversario, de una onomástica, de una graduación, por ser época navideña o de cualquier otro tipo de acontecimiento que bien merezca una atención,  es una práctica voluntaria en ocasiones con fines comerciales y, en otras, como deferencia hacia las personas a las que se les tiene cariño, consideración o aprecio por determinadas circunstancias personales.

Sea en el contexto que sea, todo cumplido debe ser atendido siempre pronunciándose.  En la gran mayoría de los casos se opta por el silencio, es decir, hacer caso omiso al gesto de gentileza que nos han manifestado. No solo hay que pronunciarse, es más, hay que hacerlo  con cortesía y buenos modales.

Numerosas son las fórmulas de urbanidad que se pueden utilizar sin necesidad de entablar una dilatada conversación o de redactar un memorándum. Palabras tan sencillas como: “Gracias”; “Igualmente”, “Bendiciones”, “Muy amable”; “Agradecido/a”; etc. si optamos por una respuesta verbal, o dando a un me gusta o recomendación en el caso de redes sociales.

La gratitud tiene siempre efectos positivos en la familia, entre amigos, en el trabajo, en el comercio, en el colegio, en cualquier lugar donde se dispensen servicios, en la empresa, en la calle, etc. dotando a quien lo practica de poderes sobre el autoconocimiento interno y la conquista del entorno.

El agradecimiento es extender la mano hacia los demás haciéndote grande; te permite cambiar la perspectiva de ver el mundo y de cómo el mundo te ve a ti; te ofrece ocasiones para  captar nuevas oportunidades, así como, encontrar soluciones a tus problemas.

Me despido de ustedes con un pensamiento de Séneca el cual comparto íntegramente.

"Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido que vale la pena arriesgarse a no ser un ingrato"

 

Gracias por su tiempo.

                                                                          Margarita Martínez Mechó




domingo, 11 de diciembre de 2016

EFECTO SORPRESA





EFECTO SORPRESA




Todos en algún momento de nuestra vida hemos experimentado lo que se siente ante el efecto que provoca una sorpresa; quedamos paralizados ante una situación que creíamos tener bajo control, y vemos como se escapa de nuestras manos mientras se dilatan nuestras pupilas, disminuye nuestra frecuencia cardiaca y aumenta nuestra respiración.

La sorpresa es como una estrella fugaz: es un hecho novedoso;  aparece de manera súbita e inesperadamente; despierta curiosidad e inquietud;  activa nuestro estado de alerta y atención, y todo ello, en un espacio muy breve de tiempo.

En ocasiones las sorpresas pueden brillar tanto que pueden provocar importantes impactos positivos o negativos en nuestra vida, pero si me lo permiten y haciendo gala de mi carácter entusiasta y optimista, en este artículo me centraré, sobre todo, en los impactos positivos.

Hay algo que me produce un placer confesable y es el ser artífice o cómplice en el proceso de producción de este tipo de emociones, que aún siendo efímeras, no dejan de ser intensas y profundas. Sorpresas que despiertan emociones placenteras, ilusionantes, misteriosas y mágicas y,  que de inmediato, te hacen abrir los ojos y la boca hasta no más poder, subir y arquear las cejas y llevar las manos a la cara y al corazón para, posteriormente, sentir como la felicidad se amplifica de manera sorprendente invitándote a exclamar ¡Oh!; ¡Dios mío!; ¡Estoy sin palabras!; ¡Es maravilloso!;  ¡Qué feliz me has hecho!; ¡No lo esperaba!; ¡Gracias!.

Alguno de ustedes se preguntará ¿Sorpresas, para qué? Pues muy sencillo. Para el recuerdo, para enamorar, para reír, para disfrutar, para compartir, para conquistar, para ilusionar, para emocionar, para conmemorar, para alimentar el amor, para consolidar, para reconquistar, para agradecer,…, en definitiva, para hacer feliz a los demás y, lo más importante, para experimentar la explosión de sensaciones que provoca sentir la felicidad en tu propia piel.

Si queremos sorprender es bien fácil, solo necesitamos imaginación, dedicación y buena voluntad. No todo consiste en gastar grandes cantidades de dinero, que de vez en cuando también está muy bien, todo sea dicho, pero quizá tengamos muchísimas más oportunidades de sorprender con actuaciones simples, espontáneas y económicas que llega al corazón y, que les aseguro, que pueden llegar a resultar muy gratificantes.

Pongamos algunos ejemplos: Colocar en un lugar estratégico e inesperado una humilde nota con delicadas palabras donde afloren nuestros sentimientos; recurrir a las tradicionales y olvidadas felicitaciones navideñas escritas de nuestro puño y letra; propiciar encuentros sorpresa con familiares que no se ven habitualmente; escribir en un espejo un ¡te quiero!; regalar pensando en los gustos de la persona a la que va dirigido el obsequio; con un desayuno imprevisto; con una excursión a ciegas;  preparar un almuerzo o una cena especial; un ¡cariño, sabía que te hacía ilusión!; proponer ir al cine a ver una película que sabes que es de su agrado; con una sencilla flor o un libro sin tener que ser un día señalado en el calendario,…. Como ven, tan solo consiste en querer maravillar.

Siempre es tiempo y se está a tiempo de iniciarnos en este tipo de aventuras emocionales.

Si has resultado afortunado con una sorpresa nunca dejes de mostrar tu gratitud, te ayudará a ser más feliz y  motivará al otro para que siga intentando cosechar grandes triunfos emocionales.


¡Experiméntalo y no podrás prescindir de sus beneficios!



                       Margarita Martínez Mechó