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sábado, 16 de noviembre de 2019

CLASE: UNA HERRAMIENTA DE SEDUCCIÓN





Alguien muy especial en mi vida, me sugirió hacer un post dedicado a este rasgo distintivo que caracteriza a ciertas personas y, sin más, tomé bolígrafo en mano y me dispuse a dar forma a  “Clase: Una herramienta de seducción”. Espero que les sea de su agrado. Tres, dos, uno,… ¡Comenzamos!


La persona con clase seduce con su talento, sus habilidades, sus destrezas y, por supuesto, todo esto enriquecido con un uso inteligente de sus experiencias.


La esencia de esta cualidad es gozar de un don intangible e imperceptible, en ocasiones, al ojo humano pero que resulta tremendamente fascinante y brillante a distancias cortas.


Frecuentemente se confunde el significado de dos vocablos que comparten importantes elementos pero que distan en su fundamento, les hablo de la elegancia y la clase.


Cuatro son las grandes diferencias existentes entre ser elegante y tener clase. Me centraré en la “Clase”, ya que, con anterioridad lo hice con la “Elegancia” en mi post que lleva por título “Sencillamente Elegante” y que puede visitar, si le apetece, en el siguiente enlace.




Primera: Es innata a la persona.


Segunda: No cuenta con la opción de ser aprendida.


Tercera: Puede no ir acompañada de elegancia externa y


Cuarta: Veámoslo con un caso práctico.


Brandon Ford (nombre ficticio) es un afortunado o desafortunado multimillonario que decide poner en marcha una serie de actuaciones creyendo, que éstas, le proporcionarán la clase necesaria para estar a la altura de los números de su desproporcionada cuenta bancaria.
Se dispone a disfrutar de unas merecidas vacaciones, y lo hará a manos de un Lamborghini Veneno Roadster valorado en $4’500,000, uno de los 9 que fabricaron en 2014. Decide alojarse en el Hotel Burj Al Arab de Dubai, el hotel más caro del mundo ocupando, junto a su flamante esposa, una de sus minúsculas habitaciones de apenas 780 metros cuadrados entre paredes de oro y piedras preciosas. Seguidamente, decide tomar su jet privado valorado en 500 millones de dólares muy similar al del Príncipe Alwaleed Bin Talai de Arabia Saudita, para ir a cenar al mejor restaurante del mundo, el “Celler de Can Roca” en Girona, donde hará entrega a su pareja de un broche repleto de diamantes diseñado por Laurence Graff, con un precio estimado de 100 millones de dólares. Bien, podríamos seguir engrosando la lista de servicios, lugares y objetos del más alto lujo, pero hay algo que el señor Ford nunca podrá adquirir,  me estoy refiriendo a la "clase".



La clase al igual que la herencia genética es un legado ético y moral que se transmite de padres a hijos y nada tiene que ver con ser poseedor de grandes fortunas.

Por otro lado, nunca deja al desnudo nuestras debilidades ni miserias y nos dirige aun queriendo cambiar el rumbo de nuestras actitudes. Es como navegar a vela, te permite navegar en cualquier dirección, excepto en línea recta si lo hacemos con el viento en contra.


Tanto tu aspecto físico como tu profesión hablará de ti, pero tu clase, lo hará también inevitablemente de tus orígenes, predecesores y, si llega el momento, de tus descendientes.


Tener clase no es un propósito de futuro, es un valor del pasado que resulta patente en el presente, y que goza de la capacidad suficiente para proyectarse en generaciones futuras.



                                                                       Margarita Martínez Mechó

viernes, 7 de octubre de 2016

¡A TRIPA VACÍA, MANDÍBULA CON ALEGRÍA!


¡A TRIPA VACÍA, MANDÍBULA CON ALEGRÍA!



Veintitantos de septiembre, 15:30 h de una tarde de tímido sol que parece asomarse entre visillos de delicadas nubes sin saber qué hacer, y mientras tanto, yo  circulando por una de las principales avenidas de mi cuidad,  tres carriles en el sentido de mi marcha y el semáforo ¡se pone en rojo! Es tiempo de contemplar y admirar lo que acontece por mí alrededor. Algunos viandantes portan en sus manos bolsas, móviles, otros maletines y una sola persona no lleva nada de nada, pero todos ellos tienen algo en común, parecen sus pasos haber sido programados a distintas velocidades con un destino concreto. Bajo mi atenta mirada, observo el coche situado a mi vera, un vehículo de alta gama, de color negro, brillo resplandeciente, al volante su propietaria “supongo”. Es hora de comer y el hambre aprieta, para entretener y saciar el vacío zarandea su mandíbula mascando látex rosa del árbol chicozapote, comúnmente conocido como chicle de fresa, como ya hacían en la antigüedad los indígenas del Yucatán en México, y es que ¡a tripa vacía, mandíbula con alegría!

Hasta aquí todo normal, nada que objetar. Pero ustedes se preguntarán ¿cómo sabes que se trata de un chiche de fresa, strawberry, fraise, erdbeere o morango? Lógicamente, no habría resultado nada sencillo averiguarlo si no lo hubiese exhibido ante los ojos de los allí presentes, en reiteradas ocasiones.  Los semáforos siempre han sido proclives a contemplar la cultura de mascar chicle, o al menos, donde se nos brinda la oportunidad para hacerlo concienzudamente, sin prisas y sin reparo, como si las lunas del vehículo nos convirtiesen en seres invisibles ante nuestros vecinos conductores.

Quizá alguno de ustedes pensará o inclusive dirá a viva voz - ¡no, si ahora va a estar mal hasta comer chicle! -Rotundamente ¡no! en efecto, cada uno es muy libre de tomar chicle o de no hacerlo, esto es exclusivamente una decisión personal y vaya por delante que yo lo hago.

Pero realmente:
1.- ¿Por qué mascamos chicle?
2.- ¿Por qué lo hacemos con la boca abierta?
3.- ¿Se recomienda mascar chicle en cualquier lugar y situación?
4.- ¿Qué consecuencias negativas conlleva comer chicle u otros alimentos con la boca abierta?

Para dar respuesta a estas cuatro cuestiones lo haremos con un caso práctico:

En primer lugar, imagine a un personaje público o ilustre que sea un referente para usted, el cual, debe acudir a una cita en la que se decidirá su futuro profesional y,  por ende, personal. Los nervios los siente a flor de piel y sabe de buena tinta, que con un solo chicle podrá mitigar la necesidad de fumar un cigarrillo, mejorar su aliento, moderar la sed y, además, actuará como sedante para templar su nerviosismo. 

Bien, al parecer algunas de las propiedades relacionadas con el chicle son  positivas. Pero a partir de aquí, viene la parte más peliaguda del tema; lo hace con la boca abierta y emitiendo ruiditos mientras espera su ansiada intervención ¿Qué impresión le causa? ¿Sigue teniendo el mismo sexapil para usted? ¿Cuál es el antes y después de mascar un inocente y sabroso chicle? 

Efectivamente, destruir su marca personal y  profesional es cuestión de segundos.

Éste, es tan sólo uno de tantos pequeños detalles que pueden acontecer en el declive de nuestro merecido éxito.



                                                 Margarita Martínez Mechó