lunes, 13 de octubre de 2014

INFERENCIAS DE LA EDUCACIÓN AFECTIVA


INFERENCIAS DE LA EDUCACIÓN AFECTIVA



El afecto es una de las necesidades primarias del ser humano que se inicia en la edad temprana (infancia) y perdura aun llegada la madurez (edad adulta).

Un ambiente  entrañable del núcleo familiar contribuye tanto al desarrollo y evolución del sistema nervioso en la infancia, como al impulso de sus capacidades cognitivas y emocionales acrecentando potencialmente su intelecto, su salud y su felicidad.

No prives a tus hijos de estimulaciones afectivas y una saludable educación  en valores. La edad temprana resulta significativa para generar actitudes positivas psíquicas, favoreciendo la madurez racional y afectiva en las etapas juvenil y adulta.

Las necesidades afectivas, emocionales o psicológicas insatisfechas a edades tempranas, pueden llegar a desangrar la vida de nuestros hijos generando sentimientos como el no sentirse querido, desprotección,  enojo, resentimiento, falta de confianza en sí mismo, depresión, ansiedad, tristeza, aislamiento, rabia, miedos, bloqueo, comportamientos de agresividad, necesidad de amor y respeto y afecciones psicosomáticas entre otros.

El sujeto adulto tiende a reproducir las situaciones y vivencias acaecidas en su infancia, sin apenas darse cuenta del daño que le pudo ocasionar a él este tipo de acontecimientos. Estas personas que tan necesitadas de afecto se encuentran, desconocen el modo de cuidar emocionalmente de ellos mismos, por lo que resulta imposible que lo hagan de las personas que le rodean o cohabitan.

No eduques inculcando odio, envidia,  resentimiento, malos sentimientos, hipocresía,  interés, complejos, hábitos negativos y mala educación, porque lejos de hacer personas felices y bien avenidas, lo único que conseguirás es incomunicarlos de la sociedad. Educar queda muy lejos del consentimiento sistemático y del reforzamiento de actitudes, como reír comportamientos negativos que no dejan de ser una falta de respeto tanto individual como colectivo.
Un individuo con deficiencias cognitivas y emocionales significativas, es un sujeto repudiado y excluido de sus semejantes en el tiempo.

Educa a tus hijos desde el cariño, la comprensión, la generosidad en las relaciones humanas para hacerlos personas ejemplares y felices. Un niño feliz será, el día de mañana, un adulto capaz de ser feliz y hacer feliz a las personas circundantes. Utiliza una comunicación adaptada a las necesidades que vienen determinadas a cada edad, en cada etapa. 

Contribuye a desarrollar comportamientos altruistas, a consolidar su identidad, a superar el egocentrismo de la etapa anterior, a asumir compromisos y responsabilidades, a crecer en valores, a tomar sus propias decisiones y a creer en las personas independientemente de la profesión y el cargo que ostenten.

Como padres y madres nuestros fallos y  nuestros aciertos juegan un papel decisivo en la vida de los hijos y en la de aquellos que algún día también formarán parte de su familia.


                                   Margarita Martínez Mechó

2 comentarios:

  1. Es de vital importancia para todos, pero más aún para los padres (no saben y no le dan importancia), de ahi la necesidad de formarse, para formar. Un buen método son los cursos de orientación familiar. Los tutores también tienen su responsabilidad, educar es enseñar a ser feliz, y no se pueden dedicarse sólo a impartir conocimientos. ¿saben lo que es?

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  2. Efectivamente Sr. Palacios, de vital importancia como usted muy bien dice.
    Las necesidades y prioridades de la sociedad moderna han dado un giro sustancial respecto a generaciones anteriores.
    Resulta tremendo comprobar cómo algunos padres suplen la dedicación y la entrega hacia sus hijos, con todo un extenso repertorio de nuevas tecnologías que en ocasiones sumergen aún más a sus descendientes en la más absoluta individualidad, soledad y tristeza dejando pasar a un segundo, tercero, cuarto, o vaya usted a saber plano, la educación y necesidades afectivas de la etapa más decisiva del ser humano, la infancia.
    Muchas gracias por su aportación.
    Un cordial saludo,
    Margarita Martínez Mechó

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