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domingo, 16 de octubre de 2016
viernes, 7 de octubre de 2016
¡A TRIPA VACÍA, MANDÍBULA CON ALEGRÍA!
¡A TRIPA VACÍA, MANDÍBULA CON ALEGRÍA!
Veintitantos de septiembre,
15:30 h de una tarde de tímido sol que parece asomarse entre visillos de delicadas
nubes sin saber qué hacer, y mientras tanto, yo circulando por una de las principales avenidas
de mi cuidad, tres carriles en el
sentido de mi marcha y el semáforo ¡se pone en rojo! Es tiempo de contemplar y
admirar lo que acontece por mí alrededor. Algunos viandantes portan en sus
manos bolsas, móviles, otros maletines y una sola persona no lleva nada de nada,
pero todos ellos tienen algo en común, parecen sus pasos haber sido programados
a distintas velocidades con un destino concreto. Bajo mi atenta mirada, observo
el coche situado a mi vera, un vehículo de alta gama, de color negro, brillo
resplandeciente, al volante su propietaria “supongo”. Es hora de comer y el
hambre aprieta, para entretener y saciar el vacío zarandea su mandíbula
mascando látex rosa del árbol chicozapote, comúnmente conocido como chicle de
fresa, como ya hacían en la antigüedad los indígenas del Yucatán en México, y
es que ¡a tripa vacía, mandíbula con
alegría!
Hasta aquí todo normal, nada
que objetar. Pero ustedes se preguntarán ¿cómo sabes que se trata de un chiche
de fresa, strawberry, fraise, erdbeere o morango? Lógicamente, no habría resultado
nada sencillo averiguarlo si no lo hubiese exhibido ante los ojos de los allí
presentes, en reiteradas ocasiones. Los
semáforos siempre han sido proclives a contemplar la cultura de mascar chicle,
o al menos, donde se nos brinda la oportunidad para hacerlo concienzudamente,
sin prisas y sin reparo, como si las lunas del vehículo nos convirtiesen en
seres invisibles ante nuestros vecinos conductores.
Quizá alguno de ustedes
pensará o inclusive dirá a viva voz - ¡no, si ahora va a estar mal hasta comer
chicle! -Rotundamente ¡no! en efecto, cada uno es muy libre de tomar chicle o de
no hacerlo, esto es exclusivamente una decisión personal y vaya por delante que
yo lo hago.
Pero realmente:
1.- ¿Por qué mascamos
chicle?
2.- ¿Por qué lo hacemos con
la boca abierta?
3.- ¿Se recomienda mascar
chicle en cualquier lugar y situación?
4.- ¿Qué consecuencias
negativas conlleva comer chicle u otros alimentos con la boca abierta?
Para dar respuesta a estas
cuatro cuestiones lo haremos con un caso práctico:
En primer lugar, imagine a
un personaje público o ilustre que sea un referente para usted, el cual, debe
acudir a una cita en la que se decidirá su futuro profesional y, por ende, personal. Los nervios los siente a
flor de piel y sabe de buena tinta, que con un solo chicle podrá mitigar la
necesidad de fumar un cigarrillo, mejorar su aliento, moderar la sed y, además,
actuará como sedante para templar su nerviosismo.
Bien, al parecer algunas de las
propiedades relacionadas con el chicle son positivas. Pero a partir de aquí, viene la
parte más peliaguda del tema; lo hace con la boca abierta y emitiendo ruiditos
mientras espera su ansiada intervención ¿Qué impresión le causa? ¿Sigue
teniendo el mismo sexapil para usted? ¿Cuál es el antes y después de mascar un
inocente y sabroso chicle?
Efectivamente, destruir su marca personal y profesional es cuestión de segundos.
Éste, es tan sólo uno de
tantos pequeños detalles que pueden acontecer en el declive de nuestro merecido
éxito.
Margarita Martínez Mechó
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