miércoles, 3 de febrero de 2016

LA ESTERILIDAD DEL SABER





Mientras que para algunos la ignorancia es la esterilidad del saber, para otros, en la ignorancia encuentran la fuente de donde beber la felicidad.

Habitualmente nos limitamos a caminar por la senda de la ignorancia aferrándonos a la verdad, a nuestra verdad, y sin darnos apenas cuenta de lo que ello supone. Una verdad llena de lagunas que no queremos o no nos interesa reconocer, quizá por nuestra voluntaria o impuesta escasez cultural, por falta de humildad o por simple dejadez e interés.

La ignorancia, en ocasiones, es como un espejismo donde sólo nuestra mente permite a nuestros ojos visualizar un hermoso estanque de agua cristalina, mientras que bajo la atónita mirada de otros, sólo son capaces de percibir un triste charco de agua estancada, corrompida y, en ocasiones, lleno fango y lodo.

Cuando el saber queda estéril nace la ignorancia y, como tal, la incapacidad de desarrollar conocimiento y la inquietud por el aprendizaje.

Dotar a una sociedad de ignorancia es poner armas en manos del pueblo sin saber hacia dónde van dirigidos sus disparos y el alcance de sus palabras, decisiones, actuaciones o influencias.

Reconocer nuestra propia ignorancia puede resultar el trampolín que nos impulse a alcanzar nuevos retos, nuevas metas, nuevos éxitos y nuevos fracasos. Pero no olvidemos que de los fracasos también se aprende si tenemos o desarrollamos la capacidad suficiente para gestionarlos positivamente.

Desconocemos el grado que alcanza nuestra propia ignorancia emitiendo inútiles y estúpidos juicios de valor, ideas, pensamientos e ignorando que todos, unos más que otros, pero todos, somos en cierto grado unos ignorantes.

Ignoramos el conocimiento de nuestras propias emociones y nos sentimos con altas capacidades para  dominar las emociones y la vida de los demás.

La ignorancia es el platino, el oro, la plata y del bronce del pódium, donde algunos individuos independientemente del cargo que ostenten o profesión que desempeñen, tienen la desdicha de ocupar las primeras posiciones.

La ignorancia es la madre del atrevimiento, de los desprecios, de la tiranía, del orgullo, de la muerte, de la desconfianza, de la sinrazón, de los errores, de la negación, de la estupidez, de las negligencias, de la prepotencia, de los necios, de la envidia, de la imprudencia,…

¡No te aferres a la esterilidad del saber. El conocimiento usado con elegancia y sin vanidad también es fuente de felicidad!

                                              

                                                    Margarita Martínez Mechó

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