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jueves, 14 de diciembre de 2017
miércoles, 17 de mayo de 2017
LA RIQUEZA A COSTE CERO
LA RIQUEZA A COSTE CERO
La
Real Academia Española (RAE) define el término “Riqueza” tanto a la abundancia ya sea
de bienes, de cosas preciosas, cualidades o atributos excelentes como a la
abundancia relativa de cualquier cosa.
La
riqueza humana radica en la calidad y la excelencia de sus sentimientos
profundos y sinceros; sin extravagancias ni excentricidades; sin despreciar ni
sentirse diferente del resto.
Por
todos es sabido que el dinero es amigo del éxito y de la muchedumbre, mientras
que la pobreza, es amiga de la derrota y de la soledad pero ¿Quién goza de la
facultad de determinar dónde da comienzo o fin a la riqueza o la pobreza? ¿Quién
somos nosotros para enaltecernos con una magnanimidad absoluta sintiendo desprecio
o minusvalorando a los demás? Únicamente, un ser omnipotente tiene la capacidad
de juzgarnos.
Solo
los grandes son capaces de sentirse seres diminutos e indefensos frente a la
inmensidad del universo, resultándole perturbador enfrentar sus principios con
sus metas.
Recordemos
que uno de los antónimos de “Riqueza” es “Pobreza” ¿pero qué sucede cuando la
riqueza viste de soberbia, altanería, engreimiento e intolerancia?
En
ocasiones, la riqueza económica, de poder, social, profesional provoca un
influyente impacto destructivo sobre la riqueza interior, familiar, espiritual
y mental convirtiéndonos en seres necesitados con escaso valor, infelices,
desdichados, tristes, faltos de grandeza y benevolencia.
Resulta
obvio y sería absurdo por mi parte no reconocer que el ser humano aspira, por
naturaleza, a alcanzar en cierto modo algún tipo de riqueza y esto es positivo
¡por supuesto que lo es!, siempre y cuando para conseguir nuestros objetivos no
pongamos en juego nuestros valores.
El
dinero ayuda a salir de la agonía
económica, a mejorar la salud, a disfrutar de una calidad de vida más óptima, pero a menudo sirve como potente fertilizante en
el afloramiento de las miserias humanas.
En
tu mano está ser el pobre más rico del mundo, o el rico más pobre del mundo.
Dibuja tu destino evitando, en todo momento y cada lugar, tomar la trayectoria
equivocada.
Tus
pensamientos, tus palabras y tus acciones te encumbran o te desacreditan
Apuesto
por fomentar la riqueza que construye y que dignifica ¿Y tú, por qué apuestas?
Margarita Martínez Mechó
miércoles, 26 de abril de 2017
ACTITUD: TU FUERZA
Amanece, con los ojos aún
entreabiertos y sintiendo el confort de tus suaves y cálidas sábanas, intentas programar un nuevo día. Tu cabeza
elabora un minucioso cronograma en apenas unos minutos, y sientes que las horas
del día deben haberse reducido, o que las agujas del reloj avanzan a una
velocidad vertiginosa, porque no serás capaz de abarcar tanto en tan limitado
tiempo. De repente exclamas… ¡no puede ser, ya han pasado veinte minutos! retiras
la ropa de la cama sin gana, pero con ímpetu, y sientes cómo te adentras en la
aventura de una nueva jornada repleta de actividad y planes ¡Es hora de ponerse
en marcha!
Lo primero, y antes de
comenzar la actividad frenética, deberías sintonizar tu actitud. Elige una actitud
con altas dosis de optimismo, ya sé que algunos diréis - ¡Sí, si tú tuvieras
que lidiar con lo que me toca a mí en el día de hoy, ibas a estar muy
optimista! ¡Venga ya! - Pues sí, a pesar de las turbulencias, la oscuridad de
ese nuevo amanecer y lo abatido que te encuentres, lo único que puede aportarte
un rayo de luz, transformar la visión de tu vida y de ti mismo, es la actitud.
La gama y el brillo de los colores que utilices para pintar tus pensamientos,
tus emociones, tus sentimientos y tus proyectos determinará el proceso y, como
consecuencia, los resultados que podrás llegar a alcanzar.
Es cierto que la actitud no
puede cambiar ciertos diagnósticos, pero sí, la manera de gestionarlos
disminuyendo los niveles de ansiedad y estrés que genera la ira, el miedo, la
rabia, la injusticia, la tristeza y la incertidumbre.
Convierte esa ira, ese
miedo, esa rabia, esa injusticia… en arrojo y comprobarás cómo sales
fortalecido de aquellas situaciones, que un día hicieron constreñir tu estómago
y tu corazón.
Centra la atención en los
pequeños detalles y en la magia que guardan en su interior; rodéate de personas
que aporten felicidad y amor a tus días; ilusiónate; camina mirando siempre al frente,
y mira únicamente para atrás, para recordar los placenteros parajes de tu vida
y para aprender de los que no lo han sido tanto; enamórate; observa y atiende a
las sabias y magistrales lecciones que te regala la madre naturaleza; persigue
tus sueños y lucha por tus objetivos, pero no olvides que deben ser alcanzables.
Cuando sientas que las
fuerzas te fallan o que alguien pretende
debilitarlas, aférrate a todas las cosas buenas que rodea tu vida, quizá no te
hayas percatado, bien porque nunca te paraste a valorarlas o porque las
circunstancias te las eclipsaron, pero te aseguro, que son muchas más de las
que podías haber imaginado; entonces, solo entonces cuando las descubras,
comprobarás que merece la pena luchar por mantenerlas cerca de ti y continuar
disfrutando de ellas. Confía en el poder transformador de tu actitud.
La vida es un reto lleno de
obstáculos, no dejes que ellos tomen las riendas de tu crónica, porque con un
poquito (o un mucho) de paciencia, de esperanza y de entrega,
hará descubrir en ti tus más insospechadas e ilimitadas capacidades. Debes
saber que dispones de un gran potencial para cambiar tu vida, y sobre todas las
cosas, que tú, también mereces ser feliz ¡Quiérete, mímate, valórate y
disfruta!
Tus pensamientos determinan
tus sentimientos y, por ende, tus comportamientos.
Una actitud positiva
estimula la autoestima, la motivación, la felicidad, la afectividad y la salud. Por el contrario, una actitud
negativa provoca bloqueo, desconcierto, perturbaciones emocionales, estrés,
ansiedad, trastornos psicosomáticos y enfermedades severas y graves.
Despierta, abre tus ojos y
esboza tu mejor sonrisa; es un nuevo día y tienes el gran privilegio de poder vivirlo.
Recuerda:
¡Tu actitud es tu fuerza, y si tú quieres,
puedes conseguirlo!
Margarita Martínez Mechó
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